Gala Mayab: Todo lo que me perdí

En la vida me he perdido de cuatro acontecimientos: la inscripción a la carrera de Ciencias de la Comunicación a tiempo para formar parte de la primera generación, la boda religiosa de mi hermano Jaime en Itzimná por andar reporteando en 1988, la boda de mi compadre Carlos Gutiérrez por no conseguir boleto de avión desde Veracruz en 1993 y la cita a la foto de graduación con mi generación en los patios de la Unimayab por haberme ido a pescar con mis hermanos a las costas de Celestún, en 1991.

Ni Elton John en el mítico Wembley Stadium en Londres ese año, ni la final de los Leones en 2006 o los daños del huracán Wilma en 2005 habían roto la racha de acontecimientos imperdibles como la tan anunciada y esperada reunión de compañeros en la llamada Gala Mayab, evento que circuló por las redes sociales con muchos días de anticipación, en especial en el ciberespacio de las primeras generaciones.

Es muy probable que me haya perdido la impresión de ver llegar al plantel alrededor de ochocientas personas de generaciones anteriores y del presente: sacerdotes rectores, profesores, egresados, alumnos, colaboradores y a nuestro amigo Eusebio, sonriente por los pasillos y jardines que ese noche se vistieron de manteles largos.

Dicen los que disfrutaron que el programa incluyó varios momentos y se prolongó hasta las primeras horas del domingo porque seguramente los que continuaron la fiesta fueron esos comunicólogos, como siempre, como debía de ser.

-Ah qué comunicólogos, estos, se volvió a escuchar, seguramente del padre Salvador “Chava-daba” y por supuesto, las mujeres que no dejaron de admirar lo logradito que se veía Villalba Talavera con el paso de los años.

Seguramente me perdí el momento cumbre, cuando se entregó la medalla “Generación Anáhuac Mayab” a egresados destacados: Ana Gabriela Cejudo Valencia, Habib Becil Dájer, Elías Leonardo Dájer Fadel, Emma del Pilar Palmer Cantón y Ricardo Javier Rosado Trujeque, “el Ricky”, el hermano intermedio de la casa de sueño de los tres ositos.

Duele haberse perdido el no haber felicitado a Javier Otero, nuestro maestro de filosofía que, paradójicamente nos hacía amar un poco el hedonismo, mientras nos explicaba el racionalismo, ese sistema de pensamiento que intensifica el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, pero que en sus pláticas de sociedad, hacía de la socialité meridana un himno al placer de ser yucateco, de ese yucateco que esa noche recibió la primera medalla al Mérito Académico…creemos que ahora ya da clases a los hijos de los hijos de los hijos…
Me perdí no haber visto la alfombra roja que se puso para recibir a la primera generación: a Lucila Casares quien ahora hace lucir hermoso cualquier vestido que se ponga, no pude ver la llegada de Maricruz Avila, de quien dicen, no ha gastado un peso en ningún tipo de crema para las arrugas simplemente porque no le ha salido ninguna y siempre sí, conserva los dos hoyuelos de una sonrisa que enloquecía a los hombres maduros de Kalia, pero que a nosotros nos hacían beber gratis en épocas de pobreza, por la cantidad de tragos que le invitaban.

 Me perdí seguramente la nobleza superior de Arminda Ojeda a quien apreciamos porque siempre fue ella misma en tiempos malos y buenos y porque además nos ahorró un poco el trabajo de reportear. Gracias Arminda, por tus palabras de aliento en el feis. También fueron Pilarín Faller, Gina Aguilar y Cristina Correa.

Me perdí el haber visto a mi compadre Carlos Gutiérrez bailando Timbiriche con exactamente el mismo peso y tallas que tenía al salir de la carrera. No pude saludar a la comadre por cuya devoción dos hijos hermosos comparten las virtudes de sus padres, aunque no se si al final fue o si soltó a mi compa de quien se dijo puede practicar el arte del contorsionismo con la misma agilidad que antes.

No pude haber bebido cualquier trago para decirle a Kembly Puerto que desde la preparatoria sigue vigente nuestra admiración por su talento innato, por su don de gentes y también por el deseo de volver a carcajearme con su esposo Manuel Mengual las vaciladas de antaño, cuando fuimos empleados de la Comuna. No pude decirle a más integrantes de la primera generación que se les estima por acompañarnos, como Carlos Guzmán, quien nos ha visto bregar desde el principio de la carrera o saludar a Cinthia Cámara con su inacabable optimismo.
Mi generación estuvo ahí y me dolió no haber estado para ver a Carlos Sierra Sosa y a Iván Rubio, en especial a Iván a quien no veo desde hace quince años, pero que según me cuentan, está feliz. La lluvia vespertina, las primeras de la temporada dicen que ocasionó el clima ideal para abrazar el calor humano que desde hace ya poco más de un año viene dándose entre los compañeros de la primera, segunda y tercera generación como a Saide, de quien según se comenta, ahora está Saidérrima.

¿Cómo imaginar la alegría de poder gozar un rato de la alegría tabasqueña? Con Sonia Dexmayners, de quien su apellido le facilita cualquier presentación o de Dulce Noguera la exitosa empresaria del gel de agua y azúcar. No cabe duda, allá estaban todos aquellos que una vez estuvieron en la fiesta que Lucila brindó en la antigua hacienda henequenera por los rumbos de Xcumpich, si mal no me acuerdo, con excepción de unos que ya no están en México y una más que se rompió el pie en una de las escalinatas antiguas, ¿Verdad Carlos Guzmán?

Me quedé pensando en la cuidadosa preparación del peinado, del vestido, el maquillaje y los accesorios que para esa noche tuvieron en la Gala Mayab nuestras compañeras Carla Sansores y Letty Rivero, además de Marcela Camacho, Jorge Canto y Rosa Villajuana que llegó de Campeche. Y no porque uno ande en cosas que no corresponden a su género sino porque según me contaron, partieron plaza en una noche en la que se pensó que iban por la foto de graduación, igual de jóvenes, de esa lozanía que se acentúa con la madurez.

Me quedé pensando que le salí a deber a mis compañeros de la Gran Venerable y Beberable Logia del Lucero del Alba que esta vez fueron disfrazados como Legionarios, pero no en una fiesta de aquelarre en la terraza de mi casa sino como una petición de las autoridades de la Unimayab “código de vestimenta”,-le pusieron en la invitación electrónica.

Y atorado por el dolor, supe que no habría otro mejor momento como el que me perdí esta noche para recordar esas anécdotas junto a Juan Tanques y Diana Durocher (Ojalá y hubiera ido Lila Brindis Salazar), Eduardo Avila, Lázaro Briceño, Memo Fournier, Blanca Ramos, Gaby Puerto y otros, muchos más.
Es muy notoria la felicidad que se degusta como los vinos de 25 años. Una de ellas era la que encarnaba la sonrisa de Teté Mézquita a quien pronto le dedicaremos unas líneas en ocasión de sus últimas actividades. Y así me contaron que hubo otros más: Toño Menéndez, Armando Villarreal, a Roberto Murillo, Alfredo Espejo, Abraham Razú, Jorge Torre, Carlos Wabi,  y otros de otras generaciones y otras carreras…

En medio del dolor físico, esa noche me atormentaba la idea de que en realidad me estaba perdiendo de algo irrepetible porque lo que sentía no tenía nada que ver con esa vaga sensación de regocijo por el pasado sino todo lo contrario: A diferencia de otras reuniones de ex alumnos esta reunión fue en la Universidad, Institución que se quiera o no, albergó cinco años de nuestra vida en su primer edificio y es por ello que la solemnidad de la ceremonia era el mejor presente que esa noche nos brindaba.

Esa noche la tentación de marcar por el celular fue grande, pero la prudencia indicaba que no era lo correcto. Lo apagué como a las dos de la madrugada pensando que la felicidad de mis compañeros fuera el mejor consuelo, luego de recibir una llamada de un antiguo compañero de la primaria.
Otra vez anestesiado por los analgésicos deseé que esta mi ausencia no hubiera existido y que la Gala sólo hubiera sido un sueño como para poder olvidar que esa noche de estrellas –mis amigos y amigas de generaciones- pudo más el dolor en el alma de un amigo sin fronteras.











Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mi estimado maestro Cornutto, te me adelantaste a la crónica de la Gala Mayab que haría en la página de la beberable logia y cuyo título sería "La crónica que Cornudo no podrá escribir", sin embargo te felicito has realizado un excelente relato de los hechos, de verdad hiciste falta en la mesa, junto a los beberables maestros, Jorge, Eduardo, Ricardo y un servidor, Lazarito y dopi y ya por al madrugada el señor de Puerto o sea Manuelito Mengual...
Ya subire mi crónica en unos días para que puedas corregirla y compararla. Felicidades.

Atte. Juantanques