Un cheque en blanco

Para mi amigo Jorge Canto, quien esperaba algo más personal.
Para Riky, el eterno young boy de Skid Row.

Haremos una acotación al pasado para revisar lo que trae la llegada de 2010. Cada año trae, en medio de las condolencias por lo malo del año que se fue,  un año de propósitos, un año de mejores intenciones y voluntades, de ilusiones ya no tan lejanas y con propósitos muy prácticos y certeros. En suma,  el 2010 trae consigo actos que de sobra sabemos, pretenden cambiar voluntades, hábitos y perfiles en las personas, en las instituciones, en los compañeros.

La dieta, el ahorro, el ejercicio y la buena disposición del espíritu son causas universales que solemos compartir en familia, con los amigos y compañeros. Existen otras cosas más profundas que se comparten en el seno de la intimidad familiar, el caldero acrisolado que nos otorga la estabilidad necesaria y el ánimo del alma, que se guarda para otorgarla mejor en el 2010 a quien mejor consideremos.

Cuando llega un nuevo año, nuestro cuerpo recuerda los festejos, el jolgorio y los regalos que se usan y que se olvidan hasta el próximo intercambio.  Es el resultado natural de un proceso al que nos hemos acostumbrado con el paso de los años. Y es que cuando solemos brindar, chocamos las copas pensando en los márgenes cada vez más reducidos de ganancias que la vida moderna nos deja en las relaciones humanas, en el sentido de la caridad y la fraternidad con los otros.

Recordamos las películas de desastres, de profecías mayas y de fin de los tiempos con ese morbillo natural con el que nos suelen explotar ese miedo tan humano a "lo que viene después de...", empero, nos damos tiempo para festejar la vida realizando un balance obligado de la nuestra distribuída en doce meses, la mayoría de las veces, contamos los momentos de felicidad con los dedos de las manos y ya.

Empero, suelen haber personas que en algún momento de sus vidas y por diversas circunstancias este balance de resultados, se presenta de manera intempestiva, arrolladora y de manera, hasta cierto punto insolente; causando pérdidas irreparables en la prosperidad del alma.

Intempestiva,  porque la diferencia entre lo bueno y lo malo llega sin avisar a las puertas del corazón para instalarse y derrumbarse en la mente y los sentidos.  Insolente, porque te golpea en el rostro y deja dardos en los corazones que se creían, habían sido, ya, suficientemente saneados, salidos de pasadas bancarrotas, victoriosos de otras batallas.

Ese balance negativo llega sin oportunidad de remontar el haber sobre el debe.

La segunda mitad de 2009 y en particular, el final de ese año impar ha sido doloroso para dos amigos nuestros, por la irreparable pérdida de sus seres queridos, que estamos seguros, son acontecimientos que de alguna manera habrán influído en los libros mayores de sus propios afectos.

Para Jorge y la familia política de Ricardo, nuestros amigos, vaya un cheque en blanco de ese banco que es  nuestra solidaridad y afecto.


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