Los autos de mi generación (Tercera Parte)

El auto de Marichi, y el que esté libre de pecado....que tire la primera piedra.





El primer auto de Marisol Castillo, antes de cambiar al VW Sedán Blanco, fue un Renault de los setentas, propiedad de su hermana, aquellos que similaban ser un kibi con ruedas, o la parte pequeña del juego popular de la "kin bomba". El auto de la hermana de Marichi era de origen francés y al ser autos importados, las piezas del motor eran llamadas por los mecánicos como "finas" pues eran de gran precisión y no eran fáciles de conseguir. El auto de Marisol Castillo fue lo que podemos llamar, pues, un "milusos", pues lo mismo servía de vestidor como set del taller de televisión. A continuación procedemos a sustituír una vieja versión publicada en la entrada anterior, para dar a conocer la versión verdadera, en palabras de nuestra querida amiga que amablemente nos pidió precisar que de ninguna manera participó en el comercio informal de nuestro amigo Quinus. Veamos la memoria de Marisol Castillo, que nos envía desde Campeche, este relato:



"...La unica versatilidad del Renault era que al sillón del conductor no le servía la palanca que que lo fijaba en el riel, de tal manera que le puse una baqueta para que no me rompiera la madre manejando, ni se me saliera el corazón cuando súbitamente se iba para atrás, quedándome lejos la guía y los pedales. Eso si, tenía que ir agarrada al volante por si se resbalaba la pinche baqueta y dejaba inválido a quien iba atrás. También no le servía el seguro de la puerta, de tal manera que tal vez pudo ser refugio de alguna persona en noches de frío. Me imagino que veian la baqueta (tecnología de punta) y no les daba ganas de robárselo.

Una vez, saliendo de la escuela, jugando carreras con Yadira Corzo Zurita, la rebasé, pero después del puente, entrando a Mérida, se reventó la banda y empezó a echar humo. Iban en el Renault Martha Avila (tu prometida del ranchito), Quino y Amparo (la tabasqueña que se disfrazó de Alaskafrica ¿te acuerdas?), me tuve que estacionar a la altura de la Plaza Carillon.

Martha se enojó con Quino porque me reclamó por no revisar el coche en la mañana para evitar esos problemas y ella se fue contra él porque según era el hombre del grupo y era su obligación, sobre todo que era el auto que lo llevaba a la escuela y el no tenía el suyo para la ronda, etc., etc. Se hicieron de palabras y ella lo amenazó con una piedra que encontró en la avenida. Hasta ahora no se como carajos encontró una chonca como de 30 cms. En pleno Paseo Montejo y empezó a amenazarlo con tirársela (que ya la tenía harta y que se lo iba a echar al plato).
En eso llegó Yadira con Jorge Iván, Susy Pasos, y no se cuantos más (imagínate el pinche espectáculo frente al Campestre).
Jorge Iván se bajó corriendo de su coche y se puso entre ella y Quino, alzó los brazos para protegerlo y le dijo a Martha,
-"¡No lo hagas Marthita, te vas a condenar!"
y ella le contestó
"-¡¡Ji no te quitaj, el primer chingadajo ej para ti!!",
-"Ah bueno, tonces me quito...".
Yo, que estaba con la preocupación del cabrón coche y esperando que Susy fuera por un mecánico y la banda, empecé a decirles a ambos que se dejaran de pendejadas que por ese día no iba a haber ningún muerto.
Ella, indignada, encabronada y mentando madres tiró, sin fijarse, la piedra hacia un lado. Jorge iván que estaba junto a ella no se salvó del chingadazo porque la piedra se impactó en su espinilla jejeje.
Martha se fué caminando sola hacia el Centro, después pasó Carlos Sierra y le dió el aventón a su casa. Cabe aclarar que ella después de haber inventado el verbo ticulear y recitarlo en repetidas ocasiones hasta el cansancio rectificó su actitud, elevó a Ticul a santo de su devoción y a rango de Caballero del Imperio que pasó a formar parte de sus novelas rosa.
El volcho fue un verdadero un poema, algo sublime, pero eso te lo cuento después con más tiempo, porque ya son las 2.24 am y mañana me tengo que levantar temprano....Ojalá y tuviera el tiempo suficiente para contarte las verdaderas anécdotas del vw, la verdadera historia de cómo se quemó supera a lo que pones ahí....(Servida Marichi)




El auto de Jorge Canto Ureña
La primera vez que hice ronda confieso que al ver el auto de Jorge Canto me llevé cierta decepción. Era un auto Maverick color gris rata, similar al de la foto, un auto emparentado con el Cobra Mach III, pero con mayor tradición. Al subirme al auto de vestiduras rojas de vinipiel, con mi portafolio escolar Samsonite me sentí exactamente igual como cuando mi hermano mayor me llevaba a la secundaria...O sea, no ví nada nuevo...hasta que no arrancó el coche. Jorge pisó el acelerador en Prolongación Montejo y el pobre Ricky que iba adelante, ya que vivía a la vuelta de su casa, pues nomás se ponía el pañuelo en la boca...como disimulando cierto temor. Yo nada más veía como iban pasando los comercios: el supermercado Blanco ni lo ví pasar, ni siquiera el edificio extraño de Farah, la glorieta del Club Campestre y en un santiamén el monumento a Gonzalo Guerrero y el puesto de Ponte Xux, ya ni lo pude distinguir pues ya había quedado atrás.
Cuando tomó la carretera a Progreso entendí que detrás de ese auto se escondía una personalidad igualita a la de mi hermano Alvar: libertad, poder, fortaleza...todos los atributos del célebre caballo Maverick que hicieron de las rondas viajes en donde realmente se sentía la adrenalina y se te bajaba el batido de chocomilk que preparaba mi mamá hasta el intestino delgado. Jorge era temerario y no había camión de transporte urbano que se interpusiera en el camino, tope o semáforo que no pudiera ser volado o ronda que no pudiera ser rebasada aún en el carril de sentido contrario, pues en aquel entonces, la carretera era únicamente de dos carriles.
Fueron numerosas las aventuras que se corrieron en ese auto, especialmente los días en los que teníamos que entrenar futbol al campo de la Mayab...la anécdota que se recuerda  nos remonta a las épocas de entrenamiento de las ratas asesinas de la Universidad del Mayabm cuando el entrenador Carlos Iturralde Rivero sufrió una avería en su auto para el mes de diciembre y Jorge se aprestó a darle el aventón.
Al subir al Maverick, un fuerte olor a trago se dejó sentir. El que escribe, Ricardo Rosado y Jorge, sabiendo que se acudía al entrenamiento en mal estado, pues se quedaron con lentes oscuros, calladitos y sin decir nada, no vaya a ser que el aliento los delatara con el respetable Don Carlos.
-Híjole, huele como a hospital, alguien está enfermo?
-No...lo que pasa es que fui a que me inyecten,-dije y pues se me derramó la botellita de alcohol.
-Qué te pasa, estás enfermo, si te veo bien...qué es ese ruido como de campanitas allá atrás?
-Son unas campanitas para adornar el salón de clases...es que estamos haciendo el periódico mural y...
En realidad se trataba del ruido era dos cajas: una de envases de Coca Cola y otra con envases de cristal, pues en aquella época no existían los envases desechables.
-Bueno muchachos, ya llegamos, nos vemos al rato en la cancha...gracias por el aventón.
Llegó la hora del entrenamiento y don Carlos, sabiendo nuestro estado nos dice:
-Bueno ustedes tres empiecen a dar ocho vueltas a la cancha nomás para calentar.
Creo que en la historia de la juventud, nunca se bajó una cruda con mayor rapidez que aquella.


































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